Queridos Maestros:
Sólo quiero hacerles unas letras, pues mi agradecimiento es tan grande y eterno, que necesito decirles que nunca olvidaré la gran labor que realizaron en mi hijo Alex. Educar no es una labor que puede hacer cualquier persona, sólo corazones nobles, con verdadero sentido de servicio, lo pueden hacer. Ustedes no fueron para mi hijo unos simples “dictadores de clases”, ustedes tatuaron en él lecciones de vida, fueron el complemento perfecto de nuestro hogar para formar al maravilloso joven que es él hoy en día, un chico con alma enorme y un ego ínfimo, un chico noble, sensato, servicial, humilde, comprensivo y absolutamente humano, tanto, que ha sido él quien me ha transmitido lo que son ustedes. Mis largas charlas con él en las noches donde me contaba cada frase de ustedes, sus actitudes ante las dificultades, sus métodos para enseñarles a ser personas de bien, disciplinadas, no tienen idea de cuánto los conoce! Fiel absoluto a su colegio, hubo un año en el cual tuvimos fuertes problemas económicos y contemplamos la posibilidad de cambiarlo por costos, sus súplicas y su promesa de rogarle a Dios que todo mejorara, no nos dio alternativa alguna de cambiar, nos dimos cuenta de lo feliz que era en el Montessori y eso vale más que cualquier dinero del mundo. Jamás lo escuché quejarse o sufrir, al contrario, siempre estuvo calmado, sereno, feliz, nunca hubo angustias, ni lágrimas, siempre alegría y entusiasmo por cada nueva lección. Nunca lo vi estudiar, no lo hacía y cuando le llamaba la atención por ello, simplemente me decía: “mamá, sólo necesito releer un poco, mis profesores saben explicar muy bien, si prestas atención en clase, todo se aprende, fresca, no te alteres. Tendrías que venir a una clase de cualquiera y verías cómo saben explicar”. Y tenía razón, lo compruebo cuando en conversaciones entre adultos, en nuestros grupos de talleres literarios o tertulias, sorprende con sus conocimientos, con sus análisis y madurez. Hoy se prepara para iniciar un camino que desea recorrer, con el que sueña desde pequeño, sólo le pido a Dios que su espíritu, su cabeza y sus manos sean instrumentos de Él, que logre tocar y alegrar vidas como siempre ha querido, y ustedes queridos MAESTROS, han sido parte de los cimientos que hoy tiene. Gracias, mil gracias a todos!
Adela Colorado.
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